Mucha música hay muy hermosa y muy oculta para los oyentes comunes y corrientes, que tenemos acceso solo a lo que nos brinda la radio (y eso a veces es un infortunio), algún amigo de gustos exóticos o algún vecino que quiera presumir de sus poderosos parlantes (y eso siempre es un infortunio). Por ejemplo, y para contrastar con la anterior canción (de Michael Jackson, difundida por todo el mundo), traigo una joyita del sur de Argentina que conocí en el blog de El Forastero y que tiene méritos de sobra para estar en este blog. El mencionado forastero dice que es la mejor canción para que la mirada vaya al suelo para ver cómo se patean piedritas y se arrastran los pies.
Yo pienso que más bien podría ser la canción para ambientar este sentirse solo aún en medio de la más bullente romería, o mejor aún, la canción de fondo para gritarle al mundo entero que me importa un rábano todo y que me importa un rábano si les importa o no. Basta con escucharla y sabrán de qué hablo
Esta sería la canción de la victoria, pero la verdad es otra: Sí me importa. Pasan años de deambular por ahí sintiéndome suficiente y a salvo. Inmune, podría decir invulnerable, recorriendo el mundo sin raíz, presumiendo de ello, ¡Pero cuánto quisiéramos esa raiz! Luego vemos que ahí está, vestigial y raquitica, pero incapaz de ejercer su función, y entonces queremos cortarla de una vez por todas... para lamentar su ausencia al poco tiempo. ¡Que alguien me entienda!
Es duro pensar que "Ni me espera una querencia ni los caminos me espanta"... Pero es peor que cuando me espera una querencia y cuando me espantan los caminos también sienta que "nada me ata a la existencia", ni siquiera esa querencia que con tanta sonrisa andaba esperando. Esta es la canción de la culpa, la de ir a ahorcarme porque no te puedo sostener la mirada ni corresponder , ni tan siquiera la gratitud a pesar de todos los méritos que quisiste tener. Llegaste a mi vida cuando el daño ya estaba hecho y ese fue un infortunio que se volvió tuyo. Me han echao en el fogón tantas ramitas de mataojo!
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Yo pienso que más bien podría ser la canción para ambientar este sentirse solo aún en medio de la más bullente romería, o mejor aún, la canción de fondo para gritarle al mundo entero que me importa un rábano todo y que me importa un rábano si les importa o no. Basta con escucharla y sabrán de qué hablo
Esta sería la canción de la victoria, pero la verdad es otra: Sí me importa. Pasan años de deambular por ahí sintiéndome suficiente y a salvo. Inmune, podría decir invulnerable, recorriendo el mundo sin raíz, presumiendo de ello, ¡Pero cuánto quisiéramos esa raiz! Luego vemos que ahí está, vestigial y raquitica, pero incapaz de ejercer su función, y entonces queremos cortarla de una vez por todas... para lamentar su ausencia al poco tiempo. ¡Que alguien me entienda!
Es duro pensar que "Ni me espera una querencia ni los caminos me espanta"... Pero es peor que cuando me espera una querencia y cuando me espantan los caminos también sienta que "nada me ata a la existencia", ni siquiera esa querencia que con tanta sonrisa andaba esperando. Esta es la canción de la culpa, la de ir a ahorcarme porque no te puedo sostener la mirada ni corresponder , ni tan siquiera la gratitud a pesar de todos los méritos que quisiste tener. Llegaste a mi vida cuando el daño ya estaba hecho y ese fue un infortunio que se volvió tuyo. Me han echao en el fogón tantas ramitas de mataojo!
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Décimas de Jacinto Luna
(Osiris Rodriguez Castillo)
No pregunten de'onde soy,
vengo del tiempo aparcero,
y ni los mismos senderos
Comprenden pa’ donde voy;
voy tiempo arriba y estoy
resignado a mi destino,
de andar siempre peregrino,
durmiendo sobre mis garras,
y despertando guitarras
a la orilla del camino.
Sin fajón en la carona
ni lazo atado a los tientos,
traigo un temblor que los vientos
dejaron en mis bordonas,
y una pena en las lloronas
que no quieren alzar vuelo,
porque el rigor del pihuelo
la lleva atada a mi huella,
pa' que no se hagan estrellas
alumbrando desde el cielo.
Ni me espera una querencia
ni los caminos me espantan
porque no hay pa’ los que cantan
más pago que el de la ausencia;
nada me ata a la existencia,
voy muriendo al tranco lerdo
cada atardecer me pierdo
tras los horizontes rojos,
con un niebla en los ojos
y acosa’o por los recuerdos.
Me han echa’o en el fogón
ramitas de mataojo,
espinas en el rastrojo,
un dolor en el corazón;
y voy con esta canción
en los labios de una herida,
pa’ que al final de mi vida
quede mi canto despierto,
pues todo cocuyo muerto
deja una luz encendida.
Para resaltar:
(Osiris Rodriguez Castillo)
No pregunten de'onde soy,
vengo del tiempo aparcero,
y ni los mismos senderos
Comprenden pa’ donde voy;
voy tiempo arriba y estoy
resignado a mi destino,
de andar siempre peregrino,
durmiendo sobre mis garras,
y despertando guitarras
a la orilla del camino.
Sin fajón en la carona
ni lazo atado a los tientos,
traigo un temblor que los vientos
dejaron en mis bordonas,
y una pena en las lloronas
que no quieren alzar vuelo,
porque el rigor del pihuelo
la lleva atada a mi huella,
pa' que no se hagan estrellas
alumbrando desde el cielo.
Ni me espera una querencia
ni los caminos me espantan
porque no hay pa’ los que cantan
más pago que el de la ausencia;
nada me ata a la existencia,
voy muriendo al tranco lerdo
cada atardecer me pierdo
tras los horizontes rojos,
con un niebla en los ojos
y acosa’o por los recuerdos.
Me han echa’o en el fogón
ramitas de mataojo,
espinas en el rastrojo,
un dolor en el corazón;
y voy con esta canción
en los labios de una herida,
pa’ que al final de mi vida
quede mi canto despierto,
pues todo cocuyo muerto
deja una luz encendida.
Para resaltar:
Nada me ata a la existencia, voy muriendo al tranco lerdo
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