sábado, 3 de julio de 2010

Penélope - Diego Torres

Muchos hay (conmigo) que tenemos claro por qué andamos siempre con estas ganas de arrastrar los pies, la sonrisa y el ánimo, y es porque eso que tanto anhelas, por lo que tanto luchas, lo que tanto esperas, para lo que tanto ahorras, te sacrificas y te motivas, nunca llega. Se te enmohece la voluntad, y ya tienes un motivo para mandar todo al cuerno.

Otros hay que no tienen claro nada, simplemente andan por ahí con su andar lastimero que es una simple muestra de sus "ganas de joder", pero hay otros a los que les va peor, como a la protagonista de esta canción.

¿Será posible esperar tanto y tan pacientemente, reforzar a diario la validez de la espera, nutrir de esperanza por las cosas que vendrán, justificar con lo divino y lo profano las ganas de esperar, defender a capa y espada el motivo que nos tiene sentados allí mientras el mundo sonríe y juega, convenceros de tan buena decisión a tal punto de preferir seguir esperando que recibir lo que tanto se esperó?

Quizá esto sea más triste para el espectador que canta que para el propio personaje, lo cierto es que alguien aquí, después de esta canción, está que se lanza a las vías del tren.

________________________
PENÉLOPE
(Joan Manuel Serrat)
Penélope,
con su bolso de piel marrón
y sus zapatos de tacón,
y su vestido de domingo.

Penélope,
se sienta en un banco en el andén
y espera que llegue el primer tren
meneando el abanico.

Dicen en el pueblo que un caminante paró
su reloj una tarde de primavera.
Adiós, amor mío, no me llores, volveré
antes que de los sauces caigan las hojas...

Piensa en mí, volveré por ti...
Pobre infeliz, se paró tu reloj infantil
una tarde plomiza de abril,
cuando se fue tu amante.

Se marchitó
en tu huerto hasta la última flor,
no hay un sauce en la calle mayor
para Penélope.

Penélope,
tristes a fuerza de esperar,
sus ojos parecen brillar
si un tren silba a lo lejos.

Penélope,
uno tras otro los ve pasar,
mira sus caras, les oye hablar,
para ella son muñecos.

Dicen en el pueblo que el caminante volvió,
la encontró en su banco de pino verde.
La llamó: "Penélope, mi amante fiel, mi paz,
deja ya de tejer sueños en tu mente...
Mírame, soy tu amor, regresé..."

Le sonrió
con los ojos llenitos de ayer,
no era así su cara ni su piel:
"Tú no eres quien yo espero..."

Y se quedó
con su bolso de piel marrón
y sus zapatitos de tacón
sentada en la estación.




Para resaltar:
Tú no eres quien yo espero